En la vida cotidiana, se subestima con frecuencia el impacto que el aire en los espacios interiores puede tener sobre la salud. Aunque se asume que el verdadero riesgo de contaminación es propio del exterior —asociado al tráfico, las industrias o la polución visible— se desconoce que la contaminación en el aire de los hogares puede ser igual o incluso más peligrosa debido a la acumulación de contaminantes invisibles. Esta realidad cobra mayor relevancia considerando que pasamos entre el 80% y el 90% del tiempo en lugares cerrados, según la Organización Mundial de la Salud.
La contaminación invisible: fuentes internas y externas
Los contaminantes del aire interior provienen de diversos orígenes. Algunas fuentes son externas, como la polución que penetra desde el exterior por puertas, ventanas o grietas: emisiones de vehículos, calefacciones urbanas, humo de fábricas y en ocasiones, incendios forestales. Sin embargo, una gran parte de los agentes nocivos se encuentra dentro del propio hogar. Entre los principales destacan:
La falta de ventilación regular incrementa la concentración de estos contaminantes, sobre todo en épocas frías, cuando se tiende a mantener todo cerrado para conservar la temperatura interior. Esto contribuye a que el aire de casa pueda estar “de cinco a diez veces más contaminado que el aire exterior”.
Impacto en la salud: un riesgo silencioso y progresivo
El efecto acumulativo de los contaminantes afecta de manera directa la salud respiratoria y general de los habitantes. Los síntomas más habituales de la mala calidad del aire interior incluyen alergias, irritación de ojos y vías respiratorias, dolor de cabeza y sensación de fatiga constante. A largo plazo, la exposición mantenida a estos agentes puede desencadenar enfermedades graves como asma, rinitis alérgica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y, en casos extremos, ciertos tipos de cáncer pulmonar.
Las poblaciones especialmente vulnerables a este entorno son los niños, ancianos, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas (respiratorias o cardíacas). Para ellos, incluso niveles bajos de contaminantes pueden agravar sus condiciones previas o favorecer el desarrollo de nuevas patologías.
El aire viciado puede además contener radón, un gas radioactivo de origen natural que penetra a través del suelo y se acumula en los bajos de las viviendas. El radón es un carcinógeno comprobado y su concentración es uno de los riesgos menos visibles y más estudiados en los últimos años en torno a la calidad de interiores.
¿Qué ocurre al vivir con las ventanas cerradas?
Mantener los cerramientos de la casa completamente sellados impide la renovación del aire, lo que posibilita la acumulación progresiva de compuestos peligrosos. Entre las consecuencias más inmediatas se encuentran:
Los agentes contaminantes están presentes a diario y, si no se permite el ingreso de aire fresco, su concentración seguirá aumentando, incrementando el riesgo de intoxicaciones leves, episodios de disnea (dificultad para respirar) y en casos más graves, problemas respiratorios serios.
Estrategias para mejorar la calidad del aire en el hogar
Afortunadamente, existen medidas prácticas y efectivas para reducir la contaminación doméstica y sus efectos:
Ventilación cruzada y controlada
La ventilación es la forma más sencilla de atenuar la concentración de contaminantes. Abrir puertas y ventanas por al menos diez minutos al día, preferiblemente generando corriente, favorece la renovación total del aire. Incluso en invierno, esta pequeña acción ayuda a reducir la humedad y el CO₂ acumulado.
Selección de materiales y productos
Elegir materiales de construcción y mobiliario certificados como bajos en emisiones, así como productos de limpieza naturales o ecológicos, minimiza la presencia de COV. También es recomendable limitar el uso de ambientadores, pinturas y barnices convencionales.
Control de humedad y prevención de moho
El mantenimiento de niveles de humedad entre el 40% y el 60% ayuda a evitar la proliferación de hongos. El uso de deshumidificadores en lugares propensos a condensación es una medida efectiva.
Aspirado y limpieza frecuente
Una rutina regular de limpieza, especialmente en colchones y alfombras, contribuye a disminuir la presencia de ácaros y polvo. Es importante ventilar la casa tras limpiar para dispersar cualquier partícula que haya quedado en suspensión.
Monitoreo de contaminantes y renovación de aire mecánica
Existen dispositivos capaces de medir en tiempo real ciertos contaminantes, como sensores de CO₂ o detectores de radón. La instalación de sistemas de ventilación mecánica controlada puede garantizar una renovación del aire sin grandes pérdidas de temperatura.
La calidad del aire es un parámetro crucial para la salud cotidiana. Por ello, abrir las ventanas regularmente, reducir las fuentes internas de contaminación y aplicar buenas prácticas domésticas son pasos fundamentales para reutilizar el aire interior y reducir los riesgos a los que estamos expuestos sin saberlo. La prevención y el conocimiento son herramientas clave ante una problemática invisible, pero de profundo impacto en nuestro bienestar físico y mental.